4/10. En Escena, Rosario de Acuña

«Fernando, no es posible lo que dices,1
¡Tú dejarme!... ¡olvidar nuestros amores!2
¡Quitar del alma, como secas flores,3
Aquellas ilusiones deliciosas4
Que mecieron risueñas nuestra infancia!...5
¡Olvidarnos!... ¡los dos!... ¡Vamos, delira!...6
¡Lo que dice no es más que extravagancia!...»7
—Así hablaba María; cuanto dijo,8
Y dirá en adelante, lo escuchaba9
El agreste paisaje de la sierra;10
Un rico pañolón de cachemira11
(Estando á tal altura12
Siempre hace frío por aquella tierra)13
Envolvía á la hermosa criatura14
Cuyo cabello, negro y abundante,15
En deshechas guedejas esparcido16
Jugaba dulcemente en su semblante,17
Por tenue brisa sin cesar mecido.—18
«Es preciso, María; ya ves; piensa...19
—Fernando iba á seguir, pero María20
Que sin duda comprende ¡triste caso!21
Toda la fuerza de razón tan clara,22
Se vuelve hacia Fernando y, cara á cara,23
Con un rayo de fuego en la pupila,24
Que acaricia los ojos de su amado,25
Y de esperanza y de temor vacila,26
Le dice así:—«Contesta;27
Me amas ó no; no admito otras razones,28
Que no hay poder ante el poder inmenso29
Con que liga el amor dos corazones;30
Me amas, Fernando, dí.»—«Te amo, alma mía;31
Mas... nos habremos de olvidar, María.»32
«Pero ¿por qué, por qué?»—gritó la joven.33
«¡Y no te he de ver más, y no he de oirte,34
Ni soñar con la dicha que hoy ignoro35
De ser en todo y para siempre, tuya!36
¿Y valgo menos yo que tu tesoro?...»37
—Así, con reposado acento, dijo38
Aquella alma de fuego, que vivía39
En un mundo distinto al de su amado;40
¡Cómo irradiaba en luz de hermosos tonos41
Su pálido semblante,42
Y cómo se escapaba de su boca43
El fuego que en su pecho se encendía!44
¡Pobre mujer, desventurada y loca!45
Sacerdotisa, acaso sin saberlo,46
Del Dios amor, que tiene sobre el mundo,47
Por pedestal, amontonado el barro48
Y por trono y dosel, el vicio inmundo!49
................................................50
«¡¡Y podrás olvidarme sin recelo!!...51
Y podrás ¡ay! vivir en noche oscura,52
Pues siendo tú mi sol, yo soy tu cielo!...»53
«¡María! ¿á qué empeñarte en esa idea?54
¿No viste mil amantes separados,55
Vivir, después de tiempo trascurrido,56
Felices, sin zozobras ni pesares,57
Uniéndose á otro ser en los altares?»58
«Y ¿se amaron?... Es falso; ¡lo creyeron!59
Quien ama como yo, muere, si olvida;60
¡Cómo es posible que vivir se pueda61
Con el dolor horrible de esta herida!»62
................................................63
Un cuervo en esto grazna desde lejos64
Y, á la par que el graznido,65
Vibró entre el aura fresca carcajada,66
En diapasón unido;67
Por el alma del hombre fué lanzada;68
¡Raro contraste! La grandeza toda69
Del sér privilegiado,70
Se confundió, en acorde coreado,71
Con el grito de un pájaro, que tiene72
Que mantenerse de animales muertos,73
En medio de peñascos y desiertos.74
...............................................75
«Mujer, qué exagerar tan excesivo.»76
—Dijo, tratando de calmar su risa,77
Aquel Fernando grave y expresivo78
Dotado de una voz clara y concisa.79
«No seas niña, María, y ten prudencia;80
Ya sabes que te adoro...81
Pero querer no basta en la existencia;82
No, porque hay que pensar lo que se quiere;83
Sentimiento que alienta en el vacío84
Al fin nos hace esclavos del hastío.85
...............................................86
¡Oh profunda verdad! ¡cómo saliste87
En frase dura, enérgica y vibrante,88
Á cruzar, como látigo de hierro,89
El pálido semblante90
De la infeliz María!91
¡Ella juzgaba el alma de su amante92
Por lo que el alma suya le decía,93
Y en el amor intenso en que latía94
Vio fuera del amor pena y dolores95
Y se encontró, de pronto, en el abismo96
Del bárbaro egoismo97
Que ofrece espinas en lugar de flores.98

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