En paz, Amado Nervo
Con el objetivo de despertar y ascender el espítiro de quien le lee, es así como se refiere Amado Nervo en su poema “Amén” al estilo que define el libro Elevación (1916) al que también pertenece “En paz”. El escritor mexicano solo tenía 46 años cuando presentó esta obra pero ya veía cerca su final, como queda reflejado en “En paz”. A ojos de muchos críticos y analistas, Nervo logra en la última fase de su producción sus mejores piezas, liberadas, al menos en parte, del exceso retórico y los arrebatos sentimentales.
“En paz” es una muestra de esa categoría que alcanza el poeta mexicano. El poema destila serenidad, calma, aceptación. Y más que resignación, una cierta esperanza. “En paz” es, sobre todo, gratitud. Es de destacar como en su primer verso, el yo lírico se refiere a la vida y no la divinidad. La relación de Nervo con la religión y la espiritualidad fue ambivalente a lo largo de su vida. Se le ha acusado de incoherente o de contradictorio. Pero tal vez se trate de un defecto de análisis. ¿Qué persona piensa exactamente lo mismo durante toda su vida?
Tras los poemas de ardiente espiritualidad de su primera época y las piezas desgarradas de La amada inmóvil dedicados a su amante fallecida, Nervo vuelve a mirar hacia dentro, hacia dentro de sí mismo, sin prestar tanta atención a los estilos poéticos de moda. Nervo refuerza su personalidad poética.
“Por lo que a mí respecta, creo que ni hay ni ha habido nunca más que dos tendencias literarias: la de “ver hacia fuera” y la de “ver hacia dentro”. Los que ven hacia fuera son los más. Los que ven hacia dentro son los menos”.
Así se refería Nervo a la poesía en un artículo titulado “El Modernismo” y publicado en 1907 en La Cuna de América. El mexicano siempre fue un poeta del segundo tipo y en “En paz” mira hacia dentro de su propia vida. En seis estrofas de versos alejandrinos con rima consonante, Nervo expone su agradecimiento a la vida. No tiene nada que reprocharla, ni la tristeza, ni la hiel, ni las penas. Todo ello forma parte de la vida, como el amor, como las noches buenas.
El yo lírico ve alejarse la juventud, la primavera, y se presenta en el invierno. Pero lo enfrenta sin remordimientos, sin vergüenza, con el dolor asimilado, aprehendido. Porque la vida es eso. Es todo. Los dos últimos versos de “En paz”, resumen el diáfano mensaje de este poema. “Amé, fui amado”, ahora puedo descansar esperando, esperando el descanso eterno.
Poema original: En paz
Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida, 1
porque nunca me diste ni esperanza fallida, 2
ni trabajos injustos, ni pena inmerecida; 3porque veo al final de mi rudo camino 4
que yo fui el arquitecto de mi propio destino; 5que si extraje las mieles o la hiel de las cosas, 6
fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas: 7
cuando planté rosales, coseché siempre rosas. 8...Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno: 9
¡mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno! 10Hallé sin duda largas las noches de mis penas; 11
mas no me prometiste tan sólo noches buenas; 12
y en cambio tuve algunas santamente serenas... 13Amé, fui amado, el sol acarició mi faz. 14
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¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz! 15