Dos Poemas, Rosario Castellanos
1Aquí vine a saberlo. Después de andar golpeándome 1
como agua entre las piedras y de alzar roncos gritos 2
de agua que cae despedazada y rota 3
he venido a quedarme aquí ya sin lamento. 4
Hablo no por la boca de mis heridas. Hablo 5
con mis primeros labios. Las palabras 6
ya no se disuelven corno hiel en la lengua. 7
Vine a saberlo aquí: el amor no es la hoguera 8
para arrojar en ella nuestros días 9
a que ardan como leños resecos u hojarasca. 10
Mientras escribo escucho 11
cómo crepita en mí la última chispa 12
de un extinguido infierno. 13
Ya no tengo más fuego que el de esta ciega lámpara 14
que camina tanteando, pegada a la pared 15
y tiembla a la amenaza del aire más ligero. 16
Si muriera esta noche 17
sería sólo como abrir la mano, 18
como cuando los niños la abren ante su madre 19
para mostrarla limpia, limpia de tan vacía. 20
Nada me llevo. Tuve sólo un hueco 21
que no se colmó nunca. Tuve arena 22
resbalando en mis dedos. Tuve un gesto 23
crispado y tenso. Todo lo he perdido. 24
Todo se queda aquí: la tierra, las pezuñas 25
que la huellan, los belfos que la triscan, 26
los pájaros llamándose de una enramada a otra, 27
ese cielo quebrado que es el mar, las gaviotas 28
con sus alas en viaje, 29
las cartas que volaban también y que murieron 30
estranguladas con listones viejos. 31
Todo se queda aquí: he venido a saber 32
que no era mío nada: ni el trigo, ni la estrella, 33
ni su voz, ni su cuerpo, ni mi cuerpo. 34
Que mi cuerpo era un árbol y el dueño de los árboles 35
no es su sombra, es el viento. 362En mi casa, colmena donde la única abeja 37
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volando es el silencio, 38
la soledad ocupa los sillones 39
y revuelve las sábanas del lecho 40
y abre el libro en la página 41
donde está escrito el nombre de mi duelo. 42
La soledad me pide, para saciarse, lágrimas 43
y me espera en el fondo de todos los espejos 44
y cierra con cuidado las ventanas 45
para que no entre el cielo. 46
Soledad, mi enemiga. Se levanta 47
como una espada a herirme, como soga 48
a ceñir mi garganta. 49
Yo no soy la que toma 50
en su inocencia el agua; 51
no soy la que amanece con las nubes 52
ni la hiedra subiendo por las bardas. 53
Estoy sola: rodeada de paredes 54
y puertas clausuradas; 55
sola para partir el pan sobre la mesa, 56
sola en la hora de encender las lámparas, 57
sola para decir la oración de la noche 58
y para recibir la visita del diablo. 59
A veces mi enemiga se abalanza 60
con los puños cerrados 61
y pregunta y pregunta hasta quedarse ronca 62
y me ata con los garfios de un obstinado diálogo. 63
Yo callaré algún día; pero antes habré dicho 64
que el hombre que camina por la calle es mi hermano, 65
que estoy en donde está 66
la mujer de atributos vegetales. 67
Nadie, con mi enemiga, me condene 68
como a una isla inerte entre los mares. 69
Nadie mienta diciendo que no luché contra ella 70
hasta la última gota de mi sangre. 71
Más allá de mi piel y más adentro 72
de mis huesos, he amado. 73
Más allá de mi boca y sus palabras, 74
del nudo de mi sexo atormentado. 75
Yo no voy a morir de enfermedad 76
ni de vejez, de angustia o de cansancio. 77
Voy a morir de amor, voy a entregarme 78
al más hondo regazo. 79
Yo no tendré vergüenza de estas manos vacías 80
ni de esta celda hermética que se llama Rosario. 81
En los labios del viento he de llamarme 82
árbol de muchos pájaros. 83