A mi buitre, Miguel de Unamuno

La muerte es una presencia constante a lo largo del soneto escrito por Miguel de Unamuno. Si nos adentramos en el primer cuarteto, podemos interpretar cómo la muerte poco a poco va devorando nuestro cuerpo. Pero en nuestro caso, al ser humanos tenemos fecha de caducidad. Por eso, la imagen del buitre que contrasta con la del águila, más mitológica.

El buitre nos sitúa en nuestra propia mortalidad, en la podredumbre de nuestro cuerpo cuando se muere y que, para este animal, sólo significa la carroña. El buitre, como hemos dicho contrasta con la imagen de la eternidad, del águila eterna, de los dioses mitológicos. Personalmente, recuerda al mito de Prometeo y el castigo que sufrió por parte de los dioses al entregar el fuego a los hombres.

El águila se come sus entrañas, su hígado durante el día y por la noche vuelve a regenerarse, a curarse para, al día siguiente, volver a ser devorado por el águila. Y así hasta la eternidad. El tiempo, ese pico corvo, se marca en nuestra piel, en las arrugas, imagen de alegría y, al mismo tiempo de la tristeza.

En el segundo cuarteto se habla del día en que se tome esa última copa de vida, el último aliento. El protagonista del poema desea estar solo porque al sentirse rodeado de quien sea, sin nombrar la familia, amigos, compañeros etc., sentirá que estorban.

En el primer terceto del poema, hay un enfrentamiento con la muerte. Hay un deseo de mirar a la parca cara a cara y demostrar que no tiene miedo. Para el poeta es una última victoria mientras la muerte se lleva su último aliento. Está seguro de que eso sorprenderá la muerte.

En el segundo terceto se habla de la voracidad de la muerte. Siempre tiene hambre y además se alimenta de algo de lo que, sólo en el momento en el que exaltamos nuestro último suspiro, nos damos cuenta y es el miedo. Sin embargo, para el poeta esto no es un problema porque él desea establecer una relación de tú a tú con la muerte, no quiere satisfacer esa voracidad y, aunque le cueste, quiere ir a su lado.

La muerte como sufrimiento está presente a lo largo de todo el poema y, sin embargo, hay un último soplo de valentía, de vida, de necesidad de reafirmarse y enfrentarse algo que quedaba destruir. El tiempo es un camino que tiene fecha de caducidad desde el momento en que empezamos a andarlo, pero es lo que vivamos y como lo terminemos lo que marcará ese camino iniciado. En este caso se busca la soledad, pero no la soledad del abatimiento o de la rendición, es la soledad para iniciar un nuevo camino, un tránsito en el que nos acompañará algo tan cierto como real, que es nuestra propia muerte.


Nota de Susana Marín.
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Poema original: A mi buitre

Este buitre voraz de ceño torvo 1
que me devora las entrañas fiero 2
y es mi único constante compañero 3
labra mis penas con su pico corvo. 4

El día en que le toque el postrer sorbo 5
apurar de mi negra sangre, quiero 6
que me dejéis con él solo y señero 7
un momento, sin nadie como estorbo. 8

Pues quiero, triunfo haciendo mi agonía 9
mientras él mi último despojo traga, 10
sorprender en sus ojos la sombría 11

mirada al ver la suerte que le amaga 12
sin esta presa en que satisfacía 13
el hambre atroz que nunca se le apaga. 14

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