A Sylvina Bullrich

Lo supieron los arduos alumnos de Pitágoras:1
los astros y los hombres vuelven cíclicamente;2
los átomos fatales repetirán la urgente3
Afrodita de oro, los tebanos, las ágoras.4

En edades futuras oprimirá el centauro5
con el casco solípedo el pecho del lapita;6
cuando Roma sea polvo, gemirá en la infinita7
noche de su palacio fétido el minotauro.8

Volverá toda noche de insomnio: minuciosa.9
La mano que esto escribe renacerá del mismo10
vientre. Férreos ejércitos construirán el abismo.11
(David Hume de Edimburgo dijo la misma cosa).12

No sé si volveremos en un ciclo segundo13
como vuelven las cifras de una fracción periódica;14
pero sé que una oscura rotación pitagórica15
noche a noche me deja en un lugar del mundo16

que es de los arrabales. Una esquina remota17
que puede ser del Norte, del Sur o del Oeste,18
pero que tiene siempre una tapia celeste,19
una higuera sombría y una vereda rota.20

Ahí está Buenos Aires. El tiempo que a los hombres21
trae el amor o el oro, a mí apenas me deja22
esta rosa apagada, esta vana madeja23
de calles que repiten los pretéritos nombres24

de mi sangre: Laprida, Cabrera, Soler, Suárez...25
Nombres en que retumban (ya secretas) las dianas,26
las repúblicas, los caballos y las mañanas,27
las felices victorias, las muertes militares.28

Las plazas agravadas por la noche sin dueño29
son los patios profundos de un árido palacio30
y las calles unánimes que engendran el espacio31
son corredores de vago miedo y de sueño.32

Vuelve la noche cóncava que descifró Anaxágoras;33
vuelve a mi carne humana la eternidad constante34
y el recuerdo ¿el proyecto? de un poema incesante:35
«Lo supieron los arduos alumnos de Pitágoras...»36

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