Interrogaciones, Gabriela Mistral

¿Cómo quedan, Señor, durmiendo los suicidas?1
¿Un cuajo entre la boca, las dos sienes vaciadas,2
las lunas de los ojos albas y engrandecidas,3
hacia un ancla invisible las manos orientadas?4

¿O Tú llegas después que los hombres se han ido,5
y les bajas el párpado sobre el ojo cegado,6
acomodas las vísceras sin dolor y sin ruido7
y entrecruzas las manos sobre el pecho callado?8

El rosal que los vivos riegan sobre su huesa9
¿no le pinta a sus rosas unas formas de heridas?10
¿No tiene acre el olor, sombría la belleza11
y las frondas menguadas de serpientes tejidas?12

Y responde, Señor: Cuando se fuga el alma13
por la mojada puerta de las largas heridas,14
¿entra en la zona tuya hendiendo el aire en calma15
o se oye un crepitar de alas enloquecidas?16

¿Angosto cerco lívido se aprieta en torno suyo?17
¿El éter es un campo de monstruos florecido?18
¿En el pavor no aciertan ni con el nombre tuyo?19
¿O van gritando sobre tu corazón dormido?20

¿No hay un rayo de sol que los alcance un día?21
¿No hay agua que los lave de sus estigmas rojos?22
¿Para ellos solamente queda tu entraña fría,23
sordo tu oído fino y apretados tus ojos?24

Tal el hombre asegura, por error o malicia;25
mas yo, que te he gustado, como un vino, Señor,26
mientras los otros siguen llamándote Justicia,27
¡no te llamaré nunca otra cosa que Amor!28

Yo sé que como el hombre fue siempre zarpa dura;29
la catarata, vértigo; aspereza, la sierra.30
¡Tú eres el vaso donde se esponjan de dulzura31
los nectarios de todos los huertos de la Tierra!32

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