Indolencia, Alfonsina Storni

La mujer ama un hombre que en realidad no le gusta, pero que desea retener como forma de poder, de influencia. A veces lo odia tanto que desearía matarlo. Físicamente no lo busca, ni tampoco desde el punto de vista social o íntimo. Desde el punto de vista gestual se nota que tampoco lo desea.

La poeta utiliza el símil de su relación de poder con el de Salomé y su deseo de tener la cabeza de San Juan Bautista en su bandeja de plata frente a ella. Sin embargo, él está entregado a sus deseos, a ella. Pero él no se da cuenta de que no la conoce, ni sabe quién es ella o cuáles son sus anhelos.

La poeta nos habla de un tipo de relación que es muy habitual y en la que el hombre no es realmente el que tiene el poder. La poeta nos habla de aquellas relaciones en las que la mujer es la que tiene la fuerza, es la que domina y es la que hace del hombre, de la parte masculina, lo que quiere.

Ella está a su lado por interés únicamente. En ningún caso se entrega al hombre por completo. No desea ser su pareja, no lo quiere desde el punto de vista íntimo y mucho menos se siente vinculado a él desde el punto de vista afectivo. Sin embargo, el poder, sus influencias es lo único que para ella tiene sentido, tiene relevancia y es lo que desea.

Lo más triste del poema es que es el propio hombre el que está entregado a ella por completo y el que está, al mismo tiempo, engañado. No se da cuenta que es utilizado, piensa que es correspondido por una mujer que, intuimos, es bella, inteligente y se ocupa y se preocupa de que él siga manteniendo ese deseo hacia ella.

Lo que no sabemos es cuáles son las consecuencias de ello, no sabemos lo que ocurrirá en la relación. Únicamente se nos plantea una situación de la que no sabemos cuál va ser la resolución. Es un poema abierto y es el propio lector el que decide qué es lo que ocurrirá, hacia dónde va esa relación y cuál será la resolución de ese amor no correspondido.


Nota de Susana Marín.
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Poema original: Indolencia

A pesar de mí misma te amo; eres tan vano 1
como hermoso, y me dice, vigilante, el orgullo: 2
«¿Para esto elegías? Gusto bajo es el tuyo; 3
no te vendas a nada, ni a un perfil de romano» 4

Y me dicta el deseo, tenebroso y pagano, 5
de abrirte un ancho tajo por donde tu murmullo 6
vital fuera colado... Sólo muerto mi arrullo 7
más dulce te envolviera, buscando boca y mano. 8

?¿Salomé rediviva? ?Son más pobres mis gestos. 9
Ya para cosas trágicas malos tiempos son éstos. 10
Yo soy la que incompleta vive siempre su vida. 11

Pues no pierde su línea por una fiesta griega 12
y al acaso indeciso, ondulante, se pliega 13
con los ojos lejanos y el alma distraída. 14

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