Caupolicán, Rubén Darío

Es algo formidable que vio la vieja raza:1
robusto tronco de árbol al hombro de un campeón2
salvaje y aguerrido, cuya fornida maza3
blandiera el brazo de Hércules, o el brazo de Sansón.4

Por casco sus cabellos, su pecho por coraza,5
pudiera tal guerrero, de Arauco en la región,6
lancero de los bosques, Nemrod que todo caza,7
desjarretar un toro, o estrangular un león.8

Anduvo, anduvo, anduvo. Le vio la luz del día,9
le vio la tarde pálida, le vio la noche fría,10
y siempre el tronco de árbol a cuestas del titán.11

«¡El Toqui, el Toqui!» clama la conmovida casta.12
Anduvo, anduvo, anduvo. La aurora dijo: «Basta»,13
e irguióse la alta frente del gran Caupolicán.14

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Análisis

En la zona de la Araucanía, al sur del río Biobío en la parte centro-meridional de Chile, nació Caupolicán en fecha desconocida de inicios del siglo XVI, probablemente cerca de 1510. Era un miembro de la nación mapuche, que ocupaba la región. Llegó a ser el toqui (jefe de Estado, jefe militar) que condujo a su pueblo en las luchas contra los conquistadores españoles. Su nombre ha quedado como emblema de la resistencia indígena. Fue inmortalizado por Alonso de Ercilla en el poema épico La Araucana, publicado en tres volúmenes de 1569 a 1589 y en el que se incluye el relato de la vida, las luchas y la muerte de este líder indígena.

El crítico literario y poeta chileno Fernando Alegría describe a Caupolicán en estos términos:

Caupolicán era un varón de autoridad, grave y severo, duro y decidido, firme para mantener sus opiniones y llevar a cabo sus empresas. Había nacido tuerto, y ese defecto, que daba a su cara un aspecto feroz y un poco tétrico, no era desmedro para su habilidad física.

Caupolicán fue elegido para ser el máximo jefe militar de la nación mapuche en una convención de los caciques de dieciséis tribus. Las circunstancias de esta elección son narradas por Ercilla y son las que Rubén Darío adoptó como asunto de su soneto titulado con el nombre del toqui. Según la tradición, la elección del nuevo líder se hizo poniendo a prueba a los candidatos para determinar quién era el más fuerte, habilidoso y empecinado para sufrir los rigores de la guerra. Para ello, cada uno debía llevar un pesado tronco de árbol sobre sus hombros y se elegiría a quien más tiempo resistiera la carga. Caupolicán ganó la prueba soportando el esfuerzo durante tres días. Ercilla canta la hazaña de Caupolicán con estos versos:

Con un desdén y muestra confiada,
asiendo el tronco duro y nudoso,
como si fuera vara delicada,
se lo pone en el hombro poderoso:
la gente enmudecía maravillada
de ver el fuerte cuerpo tan nervoso.
El color a Lincoya se le muda
poniendo en su victoria mucha duda.
El bárbaro sagaz despacio andaba,
y a toda prisa entraba el claro día;
El sol las largas sombras acortaba,
más él nunca decrece en su porfía:
al ocaso la luz se retiraba,
ni por eso flaqueza en él había;
las estrellas se muestran claramente,
y no muestra cansancio aquel valiente.

Ejerciendo su rango de jefe militar con coraje y valentía, aunque no con suficiente habilidad estratégica, Caupolicán condujo los ejércitos indígenas sin mayor suerte, hasta que fue apresado y condenado a muerte por empalamiento. Esta sentencia se cumplió el 17 de junio de 1558. En el cadalso de su ejecución, Ercilla le hace decir:

Pues el hado y suerte mía
me tienen esta suerte aparejada;
vean que yo la pido, yo la quiero,
que ningún mal hay grande y es postrero.

El soneto Caupolicán está fechado por Rubén Darío en noviembre de 1888 y fue publicado en el diario La Época de Santiago de Chile el 11 del mismo mes. En esa ocasión, el poema llevó por título El toqui. En julio de ese mismo año, apareció la primera edición de Azul…, publicada en Valparaíso, pero el poema no fue incluido en ella. En cambio, Darío lo incorporó después en la edición de Guatemala de 1890, junto con otros dos sonetos, Venus y De invierno, agrupados los tres con el nombre de Sonetos. En esta ocasión y para siempre, el poeta cambió el título El toqui por Caupolicán y, además, identificó la fuente en la que se basó para componerlo, pues, en la nota XXVIII que agrega a esa edición, escribe:

El asunto de este soneto es un episodio de la Araucana de Ercilla. Caupolicán es el indio heroico que dio muerte al gran conquistador don Pedro de Valdivia.

El poema está dedicado a Enrique Hernández Miyares, poeta y periodista cubano, director de La Habana elegante.

Este soneto está escrito en versos alejandrinos, es decir, versos de catorce sílabas métricas. En su ensayo El soneto en Azul…, Prosas profanas y Cantos de vida y esperanza: Una aproximación a la métrica de Rubén Darío, la filóloga Almudena Mejías Alonso, de la Universidad Complutense de Madrid, dice:

A lo largo de los tres libros que analizamos, nos encontramos con cuatro sonetos endecasílabos tan sólo, frente a veintiocho alejandrinos. Esto no quiere decir que Rubén Darío no se sienta cómodo al elaborar los endecasílabos, sino que, a nuestro parecer, en estas composiciones sentía una atracción especial por todo lo francés que, a su vez, lo conducía hacia la Edad Media española.

En efecto, Darío toma el soneto alejandrino del mester de clerecía de la Edad Media española y del romanticismo y el parnasianismo franceses, convirtiéndolo en la forma poética característica del modernismo.

Cada alejandrino de Caupolicán está dividido en dos hemistiquios que son isostiquios heptasílabos separados por una cesura. La esticomitia (coincidencia entre la unidad sintáctica y la unidad métrica) es perfecta en todos los hemistiquios. En general, el patrón acentual más común en los alejandrinos es el que tiene marca rítmica en las sílabas segunda, sexta, novena y decimotercera. Aquí, Darío utiliza este patrón ocho veces (versos 1, 2, 4, 5, 6, 7, 10 y 14 ). En las restantes líneas, recurre a cinco configuraciones distintas, aunque en tres de ellas mantiene el patrón principal agregando acento en las sílabas 4 u 11, o bien en ambas. En cuatro versos, el primer y segundo hemistiquio tienen distinto esquema acentual (versos 3, 11, 13 y 14). Hay dos versos en que la esdrújula final del primer hemistiquio manifiesta la independencia de la escansión de cada grupo de siete sílabas. Ellos son

blandiera el brazo de Hércules, o el brazo de Sansón
y
le vio la tarde pálida, le vio la noche fría

No hay ningún verso con acento en tercera, lo cual resulta llamativo porque el nicaragüense frecuentaba la marca fónica en esa sílaba, tal como en su célebre Sonatina:

La princesa está triste, ¿qué tendrá la princesa?

Darío reemplaza los canónicos cuartetos por sendos serventesios, es decir, rima ABAB, en lugar de ABBA. También se alternan los versos llanos (1, 3, 5 y 7) con los agudos (2, 4, 6 y 8). La rima de los tercetos es AAB CCB y también combina llanos (9, 10, 12 y 13) con agudos (11 y 14). Como se ve, las rimas están dispuestas en perfecta simetría.

En los cuartetos, el autor hace la prosopografía (descripción del aspecto exterior) de Caupolicán; en los tercetos, narra la hazaña con la que este se consagrará jefe militar de la nación mapuche. La palabra campeón, que se usa en el segundo verso, antes de su sentido deportivo actual tenía la connotación militar que aquí se aplica. En el cuarto verso, se parangona el toqui con el héroe mitológico Hércules y el héroe bíblico Sansón, ambos de fuerza excepcional y dignos de usar la fornida maza de Caupolicán. La aliteración de consonantes fuertes o ásperas es fundamental para sostener musicalmente la idea de vigor y energía que impera en el poema.

El quinto verso exalta la desnudez del héroe sin desmedro de su fortaleza (Por casco sus cabellos, su pecho por coraza). Darío construye este verso con un quiasmo de gran vuelo. En el siguiente, ejerce un hipérbaton en el segundo hemistiquio y desemboca en la referencia al poderoso cazador caldeo Nemrod. El octavo verso se gratifica con la intensidad sonora y semántica de las palabras (desjarretar un toro o estrangular un león) y repite la forma disyuntiva usada simétricamente en el verso cuarto.

Las anáforas del primer terceto (anduvo, le vio) invocan y hacen sentir el paso y el peso de los tres días de esfuerzo y tenacidad. En el terceto final, la conmovida casta proclama al héroe como suprema autoridad y el poema lo consagra con dos epítetos en su verso final.

El toqui Caupolicán ha sido asunto de tratamiento en prosa, en verso, en teatro y en música antes y después de que el poeta nicaragüense lo exaltara en su soneto. Entre esas obras, se encuentra el siguiente soneto del peruano José Santos Chocano, incluido en su libro Alma América publicado en 1906 y coincidentemente prologado por Rubén Darío.

CAUPOLICÁN

Ya todos los caciques probaron el madero.
-¿Quién falta?- Y la respuesta fue un arrogante: -¡Yo!
-¡Yo!- dijo; y, en la forma de una visión de Homero,
del fondo de los bosques Caupolicán surgió.

Echóse el tronco encima, con ademán ligero;
y estremecerse pudo, pero doblarse no.
Bajo sus pies, tres días crujir hizo el sendero;
y estuvo andando… andando… y andando se durmió.

Andando, así, dormido, vio en sueños al verdugo:
él muerto sobre un tronco, su raza con el yugo,
inútil todo esfuerzo y el mundo siempre igual.

Por eso, al tercer día de andar por valle y sierra,
el tronco alzó en los aires y lo clavó en la tierra
¡como si el tronco fuese su mismo pedestal!

Nota de Javier Collazo.

Collazo, Javier. Jun., 2023. Caupolicán, de Rubén Darío. Poemario. Acceso en https://poemario.com/caupolican/

Ejemplos de figuras literarias en Caupolicán

Figuras literarias Ejemplos Descripción
Metáfora "robusto tronco de árbol al hombro de un campeón" Comparación implícita de Caupolicán con un tronco de árbol, destacando su fuerza y resistencia.
Metáfora "su pecho por coraza" Comparación implícita del pecho del guerrero con una coraza, resaltando su fortaleza y protección.
Simil "blandiera el brazo de Hércules, o el brazo de Sansón" Comparación explícita entre el brazo de Caupolicán y los de Hércules o Sansón, destacando su poder y fuerza heroica.
Anáfora "le vio la luz del día, le vio la tarde pálida, le vio la noche fría" Repetición de la estructura "le vio" para enfatizar el paso del tiempo durante la marcha de Caupolicán.
Elipsis "Anduvo, anduvo, anduvo. La aurora dijo: «Basta»" Omisión de detalles acerca de lo que sucedió durante la noche, creando un efecto de sorpresa cuando la aurora pone fin a la marcha de Caupolicán.


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  • Marling Jun., 2023

    Me encantó la riqueza que encontré en está página, muy agradecida.

  • Sthes May., 2023

    increíble tengo una exposición mañana de esto y me lo han hecho mas fácil

  • Jungkook Ago., 2022

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