La Trampa, Nicanor Parra
Por aquel tiempo yo rehuía las escenas demasiado misteriosas.1
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Como los enfermos del estómago que evitan las comidas pesadas2
Prefería quedarme en casa dilucidando algunas cuestiones3
Referentes a la reproducción de las arañas,4
Con cuyo objeto me recluía en el jardín5
Y no aparecía en público hasta avanzadas horas de la noche;6
O también en mangas de camisa, en actitud desafiante,7
Solía lanzar iracundas miradas a la luna8
Procurando evitar esos pensamientos atrabiliarios9
Que se pegan como pólipos al alma humana.10
En la soledad poseía un dominio absoluto sobre mí mismo,11
Iba de un lado a otro con plena conciencia de mis actos12
O me tendía entre las tablas de la bodega13
A soñar, a idear mecanismos, a resolver pequeños problemas de emergencia.14
Aquellos eran los momentos en que ponía en práctica mi célebre método onírico,15
Que consiste en violentarse a sí mismo y soñar lo que se desea,16
En promover escenas preparadas de antemano con participación del más allá.17
De este modo lograba obtener informaciones preciosas18
Referentes a una serie de dudas que aquejan al ser:19
Viajes al extranjero, confusiones eróticas, complejos religiosos.20
Pero todas las precauciones eran pocas21
Puesto que por razones difíciles de precisar22
Comenzaba a deslizarme automáticamente por una especie de plano inclinado,23
Como un globo que se desinfla mi alma perdía altura,24
El instinto de conservación dejaba de funcionar25
Y privado de mis prejuicios más esenciales26
Caía fatalmente en la trampa del teléfono27
Que como un abismo atrae a los objetos que lo rodean28
Y con manos trémulas marcaba ese número maldito29
Que aún suelo repetir automáticamente mientras duermo.30
De incertidumbre y de miseria eran aquellos segundos31
Es que yo, como un esqueleto de pie delante de esa mesa del infierno32
Cubierta de una cretona amarilla,33
Esperaba una respuesta desde el otro extremo del mundo,34
La otra mitad de mi ser prisionera en un hoyo.35
Esos ruidos entrecortados del teléfono36
Producían en mí el efecto de las máquinas perforadoras de los dentistas,37
Se incrustaban en mi alma como agujas lanzadas desde lo alto38
Hasta que, llegado el momento preciso,39
Comenzaba a transpirar y a tartamudear febrilmente.40
Mi lengua parecida a un beefsteak de ternera41
Se interponía entre mi ser y mi interlocutora42
Como esas cortinas negras que nos separan de los muertos.43
Yo no deseaba sostener esas conversaciones demasiado íntimas44
Que, sin embargo, yo mismo provocaba en forma torpe45
Con mi voz anhelante, cargada de electricidad.46
Sentirme llamado por mi nombre de pila47
En ese tono de familiaridad forzada48
Me producía malestares difusos,49
Perturbaciones locales de angustia que yo procuraba conjurar50
A través de un método rápido de preguntas y respuestas51
Creando en ella un estado de efervescencia pseudoerótico52
Que a la postre venía a repercutir en mí mismo53
Bajo la forma de incipientes erecciones y de una sensación de fracaso.54
Entonces me reía a la fuerza cayendo después en un estado de postración mental.55
Aquellas charlas absurdas se prolongaban algunas horas56
Hasta que la dueña de la pensión aparecía detrás del biombo57
Interrumpiendo bruscamente aquel idilio estúpido,58
Aquellas contorsiones de postulante al cielo59
Y aquellas catástrofes tan deprimentes para mi espíritu60
Que no terminaban completamente con colgar el teléfono61
Ya que, por lo general, quedábamos comprometidos62
A vernos al día siguiente en una fuente de soda63
O en la puerta de una iglesia de cuyo nombre no quiero acordarme.64
Firme con su comentario