Poema del Otoño, Rubén Darío

El poeta se dirige al lector que está en su etapa de madurez. A él le recuerda que aún queda mucho por vivir. Hay que disfrutar del tiempo que nos queda y no pensar en el perdido. El amor puede llegar y hacernos sentir jóvenes. No debemos dejarnos llevar por la tristeza interior de nuestra alma.

Debemos dejar de lado lo que digan de nosotros y buscar nuevas experiencias. Habrá momentos alegres, de felicidad y otros menos animados, como la vida misma. La negatividad es lo que nos envejece más y lo que nos hace morir antes. Pero hay que aceptar que nuestro final llegará y no tenemos que evitarlo porque es imposible hacerlo.

Como dice el poeta, debemos vivir la vida, aprovechar su belleza y amar a la mujer. A nuestro alrededor todo es tentación. Cuanto sentimos el amor, la primavera nos envuelve y nos notamos vivos. No debemos pararnos en lo negativo y lo que la gente opine. Tampoco debemos pensar en desaires o ataques personales.

La muerte es un paso para otra vida feliz. El poeta insiste en quitar lo negativo de cada uno de nosotros para ser más felices. Hemos de vivir cada nueva experiencia como algo único y, a la vez, temporal. Todavía podemos encontrar nuestro amor verdadero. La vida no entiende de tiempo y todo momento puede hacernos encontrar la felicidad.

Pero debemos extraer la esencia del amor desde el primer momento. El poeta desea que los niños disfruten por completo de su vida. Nuestro tiempo es breve en el mundo y no debemos pensar en el pasado. Debemos buscar la belleza, como se hace con las flores o la literatura. Debemos vivir. Como los dioses antiguos gozan del amor, el sexo, la belleza, no hemos de dejar de buscar nunca.

Pero de la misma forma que buscamos el amor y la vida, debemos ser conscientes de quienes somos. La juventud es todo pasión y entrega y debe ser siempre así. No probar el amor en la juventud o hacerlo tarde, es negativo para el/la joven. El poeta recuerda a una de las mujeres que amo.

La mujer que ama, ama siempre y es amada. El poeta invita entregarse al amor sexual, a vivir piel con piel. Aboga por el “carpe diem”, antes que nuestro tiempo termine. Se dirige al lector para que deje de lado sus creencias religiosas y viva, se deje llevar por el deseo. Hemos de aprovechar el tiempo antes que el nuestro expire.

Mientras sigamos vivos debemos aprovechar todas las experiencias que podamos. No debemos tener miedo porque no hacemos nada malo. La muerte nos llega a todos. Debemos ser como el primer hombre, Adán, y descubrir que la tierra es nuestro edén.

La tierra es un planeta vivo y cada uno de nosotros damos vida a este y también al propio ser humano con hijos. Somos una prolongación de nuestro corazón. Vivimos, damos vida y la sentimos y compartimos. El ser humano es dueño de su destino y se repone a la adversidad.

Somos lo que somos por la evolución de nuestro cerebro, que es único. Nuestro origen es el mar y eso está en nuestros genes y en la historia de nuestra evolución. Somos seres fantásticos, deseosos de poseer, amar a las sátiras, como la mitología. Vivamos y que el amor sea nuestra senda, nuestro camino, hasta el momento de nuestra muerte.


Nota de Susana Marín.
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Poema original: Poema del Otoño

Tú, que estás la barba en la mano 1
meditabundo, 2
¿has dejado pasar, hermano, 3
la flor del mundo? 4

Te lamentas de los ayeres 5
con quejas vanas: 6
¡aún hay promesas de placeres 7
en los mañanas! 8

Aún puedes casar la olorosa 9
rosa y el lis, 10
y hay mirtos para tu orgullosa 11
cabeza gris. 12

El alma ahíta cruel inmola 13
lo que la alegra, 14
como Zingua, reina de Angola, 15
lúbrica negra. 16

Tú has gozado de la hora amable, 17
y oyes después 18
la imprecación del formidable 19
Eclesiastés. 20

El domingo de amor te hechiza; 21
mas mira cómo 22
llega el miércoles de ceniza; 23
Memento, homo... 24

Por eso hacia el florido monte 25
las almas van, 26
y se explican Anacreonte 27
y Omar Kayam. 28

Huyendo del mal, de improviso 29
se entra en el mal, 30
por la puerta del paraíso 31
artificial. 32

Y no obstante la vida es bella, 33
por poseer 34
la perla, la rosa, la estrella 35
y la mujer. 36

Lucifer brilla. Canta el ronco 37
mar. Y se pierde 38
Silvano, oculto tras el tronco 39
del haya verde. 40

Y sentimos la vida pura, 41
clara, real, 42
cuando la envuelve la dulzura 43
primaveral. 44

¿Para qué las envidias viles 45
y las injurias, 46
cuando retuercen sus reptiles 47
pálidas furias? 48

¿Para qué los odios funestos 49
de los ingratos? 50
¿Para qué los lívidos gestos 51
de los Pilatos? 52

¡Si lo terreno acaba, en suma, 53
cielo e infierno, 54
y nuestras vidas son la espuma 55
de un mar eterno! 56

Lavemos bien de nuestra veste 57
la amarga prosa; 58
soñemos en una celeste 59
mística rosa. 60

Cojamos la flor del instante; 61
¡la melodía 62
de la mágica alondra cante 63
la miel del día! 64

Amor a su fiesta convida 65
y nos corona. 66
Todos tenemos en la vida 67
nuestra Verona. 68

Aun en la hora crepuscular 69
canta una voz: 70
«Ruth, risueña, viene a espigar 71
para Booz!» 72

Mas coged la flor del instante, 73
cuando en Oriente 74
nace el alba para el fragante 75
adolescente. 76

¡Oh! Niño que con Eros juegas, 77
niños lozanos, 78
danzad como las ninfas griegas 79
y los silvanos. 80

El viejo tiempo todo roe 81
y va de prisa; 82
sabed vencerle, Cintia, Cloe 83
y Cidalisa. 84

Trocad por rosas azahares, 85
que suena el son 86
de aquel Cantar de los Cantares 87
de Salomón. 88

Príapo vela en los jardines 89
que Cipris huella; 90
Hécate hace aullar a los mastines; 91
mas Diana es bella; 92

y apenas envuelta en los velos 93
de la ilusión, 94
baja a los bosques de los cielos 95
por Endimión. 96

¡Adolescencia! Amor te dora 97
con su virtud; 98
goza del beso de la aurora, 99
¡oh juventud! 100

¡Desventurado el que ha cogido 101
tarde la flor! 102
Y ¡ay de aquel que nunca ha sabido 103
lo que es amor! 104

Yo he visto en tierra tropical 105
la sangre arder, 106
como en un cáliz de cristal, 107
en la mujer 108

Y en todas partes la que ama 109
y se consume 110
como una flor hecha de llama 111
y de perfume. 112

Abrasaos en esa llama 113
y respirad 114
ese perfume que embalsama 115
la Humanidad. 116

Gozad de la carne, ese bien 117
que hoy nos hechiza, 118
y después se tornará en 119
polvo y ceniza. 120

Gozad del sol, de la pagana 121
luz de sus fuegos; 122
gozad del sol, porque mañana 123
estaréis ciegos. 124

Gozad de la dulce armonía 125
que a Apolo invoca; 126
gozad del canto, porque un día 127
no tendréis boca. 128

Gozad de la tierra que un 129
bien cierto encierra; 130
gozad, porque no estáis aún 131
bajo la tierra. 132

Apartad el temor que os hiela 133
y que os restringe; 134
la paloma de Venus vuela 135
sobre la Esfinge. 136

Aún vencen muerte, tiempo y hado 137
las amorosas; 138
en las tumbas se han encontrado 139
mirtos y rosas. 140

Aún Anadiódema en sus lidias 141
nos da su ayuda; 142
aún resurge en la obra de Fidias 143
Friné desnuda. 144

Vive el bíblico Adán robusto, 145
de sangre humana, 146
y aún siente nuestra lengua el gusto 147
de la manzana. 148

Y hace de este globo viviente 149
fuerza y acción 150
la universal y omnipotente 151
fecundación. 152

El corazón del cielo late 153
por la victoria 154
de este vivir, que es un combate 155
y es una gloria. 156

Pues aunque hay pena y nos agravia 157
el sino adverso, 158
en nosotros corre la savia 159
del universo. 160

Nuestro cráneo guarda el vibrar 161
de tierra y sol, 162
como el ruido de la mar 163
el caracol. 164

La sal del mar en nuestras venas 165
va a borbotones; 166
tenemos sangre de sirenas 167
y de tritones. 168

A nosotros encinas, lauros, 169
frondas espesas; 170
tenemos carne de centauros 171
y satiresas. 172

En nosotros la vida vierte 173
fuerza y calor. 174
¡Vamos al reino de la Muerte 175
por el camino del Amor! 176

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