Otoño, Octavio Paz

La soledad del otoño, con sus colores rojos como fuego en los atardeceres, anida en el corazón del poeta. El aire hacer reaccionar a este con su frío y su belleza. La luz no le hace sentir acompañado. El poeta busca alguien, ¿un nuevo amor?, que inunde su presente con vida, que provoque un cambio radical, que le haga sentir de nuevo la música, el amor, el sexo, la felicidad, la poesía. El poeta aunque no es creyente, siente que Dios está presente porque ese alguien, ese nuevo amor aparecerá cuando menos lo espere.

Nuevamente podemos leer un poema en el que la importancia de encontrar una persona, que provoque una catarsis personal en el poeta, es esencial. Vemos como hay una imposibilidad del escritor, del protagonista del poema por seguidas delante en su camino vital si no es a través de otra persona que le acompañe en este viaje.

No es la primera ni la última vez que leeremos un poema de este tipo. Como hemos dicho en otras ocasiones, desde el punto de vista poético es muy común que cuando una relación se termina, cuando hay un cambio de estación, normalmente de la primavera y verano hacia el otoño, esto entristece al poeta, lo envuelve en la soledad, aunque la belleza lo rodee con sus atardeceres, sus colores, etc. La respuesta suele ser la de la búsqueda de algo externo que lo haga reaccionar.

Es paradójico que, en muchas ocasiones, le damos la importancia al mundo interior de las personas, incluido el propio poeta, y cómo sin embargo a la hora de las pérdidas, ese mismo poeta o protagonista del poema no pase por un periodo de duelo, sino que se deje arrastrar por la tristeza, el dramatismo y la desdicha, de la que saldrá airoso y renovado siempre y cuando encuentre a otra persona a la que amar o a la que aferrarse para que le ayude a salir de esa espiral autodestructiva.

Lo que podemos destacar también de este poema es el contraste entre los sentimientos tan negativos del poeta y como, al mismo tiempo, rodea toda la expresividad que quiere plasmar en los versos con imágenes de una gran belleza, tanto literaria como visual, contrastando así el estado de ánimo con el espacio y paisaje que lo rodean.


Nota de Susana Marín.
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Poema original: Otoño

En llamas, en otoños incendiados, 1
arde a veces mi corazón, 2
puro y solo. El viento lo despierta, 3
toca su centro y lo suspende 4
en luz que sonríe para nadie: 5
¡cuánta belleza suelta! 6

Busco unas manos, 7
una presencia, un cuerpo, 8
lo que rompe los muros 9
y hace nacer las formas embriagadas, 10
un roce, un son, un giro, un ala apenas; 11
busco dentro mí, 12
huesos, violines intocados, 13
vértebras delicadas y sombrías, 14
labios que sueñan labios, 15
manos que sueñan pájaros... 16

Y algo que no se sabe y dice «nunca» 17
cae del cielo, 18
de ti, mi Dios y mi adversario. 19

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