Mía, Rubén Darío

Mía: así te llamas.1
¿Qué más harmonía?2
Mía: luz del día;3
mía: rosas, llamas.4

¡Qué aroma derramas5
en el alma mía6
si sé que me amas!7
¡Oh Mía! ¡Oh Mía!8

Tu sexo fundiste9
con mi sexo fuerte,10
fundiendo dos bronces.11

Yo triste, tú triste...12
¿No has de ser entonces13
mía hasta la muerte?14

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Análisis

A partir del parnasianismo francés de la segunda mitad del siglo XIX, orientado a la perfección formal de la obra literaria, el soneto fue motivo de innovaciones métricas. Se compusieron poemas con esa forma, pero con versos desde trisílabos hasta heptadecasílabos, aunque el que más se generalizó fue el alejandrino, cuando no los polimétricos. Entre estos últimos, por ejemplo, Rubén Darío combinó endecasílabos y heptasílabos en su soneto dedicado a Cervantes:

Horas de pesadumbre y de tristeza
paso en mi soledad. Pero Cervantes
es buen amigo. Endulza mis instantes
ásperos, y reposa mi cabeza.
Él es la vida y la naturaleza,
regala un yelmo de oros y diamantes
a mis sueños errantes.
Es para mí: suspira, ríe y reza.
Cristiano y amoroso caballero,
parla como un arroyo cristalino.
¡Así le admiro y quiero,
viendo cómo el destino
hace que regocije al mundo entero
la tristeza inmortal de ser divino!

Manuel Machado, en su soneto Madrigal de madrigales, emplea versos de 7, 9, 11 y 14 sílabas, Jorge Luis Borges cultiva el soneto inglés (o soneto shakespeariano) y Pablo Neruda escribe sonetos en versos blancos. La variedad de formas modificadas del soneto clásico incluye los que responden a calificativos como dialogado, en alejandrinos, con eco, polimétrico, inglés, doble o doblado, con estrambote, con cola, agudo, asonante, continuo, encadenado, invertido, machihembrado, pareado, blanco, con repetición, retrógrado, septenario, monorrimo, terciado… Darío compone su célebre El soneto de trece versos:

¡De una juvenil inocencia
qué conservar sino el sutil
perfume, esencia de su Abril,
la más maravillosa esencia!

Por lamentar a mi conciencia
quedó de un sonoro marfil
un cuento que fue de las Mil
y Una Noches de mi existencia…

Scherezada se entredurmió…
El Visir quedó meditando…
Dinarzarda el día olvidó…

Mas el pájaro azul volvió…
Pero…
  No obstante…
        Siempre…
            Cuando…

Darío incluyó el poema Mía en su libro Prosas profanas y otros poemas, publicado en 1896 en Buenos Aires, cuando el poeta tenía veintinueve años de edad. Esta primera edición contenía treinta y tres poemas, diez de ellos escritos entre 1889 y 1893, año este del arribo del nicaragüense a la Argentina. En relación con el contenido de este libro y con la temática de Mía, el filólogo y ensayista español Alberto Acereda, en su ensayo Rubén Darío o el proceso creativo de «Prosas Profanas» (2010), dice:

El erotismo es clave en este libro, bien por vía del culto a la feminidad (así en Era un aire suave…), por vía del ansia femenina de amor y la expresión del alma humana (como en Sonatina). […] Especialmente interesante en el proceso creativo temático de este poemario es la obsesión de Darío por lo erótico, el amor y la mujer, y se puede afirmar que en Prosas profanas hallamos ya al Darío más erótico, más entusiasmado por el sexo y por la mujer.

Por su parte, el poeta, escritor y ensayista mexicano Jaime Torres Bodet, en su libro Rubén Darío, abismo y cima (1966), escribe al respecto:

[Darío] sació su delirio erótico como pudo, donde pudo y con quienes pudo, adorando en los cuerpos vencidos (y no pocas veces, también, vendidos) la prestancia de una belleza que, en ocasiones, inventaba su fantasía.

Y el poeta y ensayista español Pedro Salinas, en La poesía de Rubén Darío (1948), postula como principal tema de la producción dariana el del amor erótico, y dice que «los sentidos son los señores absolutos de la lírica de amor de Rubén durante su primera época».

Prosas profanas incluye sonetos con versos de seis, ocho, once y catorce sílabas. Entre ellos, se encuentra el sonetillo Mía. Un sonetillo es un soneto cuyos versos son de arte menor, es decir, de no más de ocho sílabas. En el caso concreto de Mía, los versos son hexasílabos. El hexasílabo es un metro que ha sido frecuentado desde el prerrenacimiento español. Baste recordar la muy conocida serranilla del poeta español del siglo XV Iñigo López de Mendoza, marqués de Santillana, titulado La vaquera de la Finojosa y cuyas primeras estrofas son:

Moza tan fermosa
non ví en la frontera,
como una vaquera
de la Finojosa.

Faciendo la vía
del Calatraveño
a Santa María,
vencido del sueño,
por tierra fragosa
perdí la carrera,
do ví la vaquera
de la Finojosa.

En un verde prado
de rosas e flores,
guardando ganado
con otros pastores,
la ví tan graciosa
que apenas creyera
que fuese vaquera
de la Finojosa.

El poema Mía es un sonetillo de versos hexasílabos y cuartetos independientes, con una estructura de rimas consonantes ABBA BABA CDE CED. Todos los versos son paroxítonos. En la primera estrofa, prima la anáfora de «mía» y la rima homonímica «llamas», aunque esta última palabra tiene valor semántico completamente distinto en cada una de sus dos apariciones. De igual modo, en la segunda estrofa se repite la rima de la palabra «mía», pero en el segundo verso se muestra en minúscula en su carácter de pronombre posesivo y en el cuarto verso se presenta en mayúscula porque el pronombre está sustantivado como nombre propio. La repetición de vocablos persiste en los tercetos («sexo», «fundiste – fundiendo» y «yo triste – tú triste»). Con estos recursos, se eleva marcadamente la eufonía del poema hasta alcanzar un nivel excepcional que se aprecia claramente con la lectura en voz alta. La pregunta retórica final es un eficaz epifonema.

El citado Pedro Salinas dijo que Mía «es la sublimación de la poesía erótica».

Nota de Javier Collazo.

Collazo, Javier. Jul., 2023. Mía, de Rubén Darío. Poemario. Acceso en https://poemario.com/mia/

Ejemplos de figuras literarias en Mía

Figuras literarias Ejemplos Descripción
Metáfora "Mía: luz del día;" La mujer amada es comparada con la luz del día, representando su importancia y brillo en la vida.
Metáfora "mía: rosas, llamas." La mujer amada es comparada con rosas y llamas, simbolizando belleza y pasión.
Elipsis "Yo triste, tú triste..." Se omite el verbo "estar" en la expresión, asumiendo que se refiere al estado emocional de ambos en ese momento.
Anáfora "¡Oh Mía! ¡Oh Mía!" La repetición de "¡Oh Mía!" enfatiza el amor y la admiración hacia la persona amada.


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