Que el hombre no sea indigno del Ángel1
cuya espada lo guarda2
desde que lo engendró aquel Amor3
que mueve el sol y las estrellas4
hasta el Último Día en que retumbe5
el trueno en la trompeta.6
Que no lo arrastre a rojos lupanares7
ni a los palacios que erigió la soberbia8
ni a las tabernas insensatas.9
Que no se rebaje a la súplica10
ni al oprobio del llanto11
ni a la fabulosa esperanza12
ni a las pequeñas magias del miedo13
ni al simulacro del histrión;14
el Otro lo mira.15
Que recuerde que nunca estará solo.16
En el público día o en la sombra17
el incesante espero lo atestigua;18
que no macule su cristal una lágrima.19

Señor, que al cabo de mis días en la Tierra20
yo no deshonre al Ángel.21

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