Canto de Guerra de las Cosas, Joaquín Pasos
Cuando lleguéis a viejos, respetaréis la piedra, 1
248
si es que llegáis a viejos, 2
si es que entonces quedó alguna piedra. 3
Vuestros hijos amarán al viejo cobre, 4
al hierro fiel. 5
Recibiréis a los antiguos metales en el seno de vuestras 6
familias, 7
trataréis al noble plomo con la decencia que corresponde a su 8
carácter dulce; 9
os reconciliaréis con el zinc dándole un suave nombre; 10
con el bronce considerándolo como hermano del oro, 11
porque el oro no fue a la guerra por vosotros, 12
el oro se quedó, por vosotros, haciendo el papel de niño 13
mimado, 14
vestido de terciopelo, arropado, protegido por el resentido 15
acero... 16
Cuando lleguéis a viejos, respetaréis al oro, 17
si es que llegáis a viejos, 18
si es que entonces quedó algún oro. 19
El agua es la única eternidad de la sangre. 20
Su fuerza, hecha sangre. Su inquietud, hecha sangre. 21
Su violento anhelo de viento y cielo, 22
hecho sangre. 23
Mañana dirán que la sangre se hizo polvo, 24
mañana estará seca la sangre. 25
Ni sudor, ni lágrimas, ni orina 26
podrán llenar el hueco del corazón vacío. 27
Mañana envidiarán la bomba hidráulica de un inodoro 28
palpitante, 29
la constancia viva de un grifo, 30
el grueso líquido. 31
El río se encargará de los riñones destrozados 32
y en medio del desierto los huesos en cruz pedirán en vano 33
que regrese el agua a los cuerpos de los hombres. 34
Dadme un motor más fuerte que un corazón de hombre. 35
Dadme un cerebro de máquina que pueda ser agujereado sin 36
dolor. 37
Dadme por fuera un cuerpo de metal y por dentro otro 38
cuerpo de metal 39
igual al del soldado de plomo que no muere, 40
que no te pide, Señor, la gracia de no ser humillado por 41
tus obras, 42
como el soldado de carne blanducha, nuestro débil orgullo, 43
que por tu día ofrecerá la luz de sus ojos, 44
que por tu metal admitirá una bala en su pecho, 45
que por tu agua devolverá su sangre. 46
Y que quiere ser como un cuchillo, al que no puede herir 47
otro cuchillo. 48
Esta cal de mi sangre incorporada a mi vida 49
será la cal de mi tumba incorporada a mi muerte, 50
porque aquí está el futuro envuelto en papel de estaño, 51
aquí está la ración humana en forma de pequeños ataúdes, 52
y la ametralladora sigue ardiendo de deseos 53
y a través de los siglos sigue fiel el amor del cuchillo a la 54
carne. 55
Y luego, decid si no ha sido abundante la cosecha de balas, 56
si los campos no están sembrados de bayonetas, 57
si no han reventado a su tiempo las granadas... 58
Decid si hay algún pozo, un hueco, un escondrijo 59
que no sea un fecundo nido de bombas robustas; 60
decid si este diluvio de fuego líquido 61
no es más hermoso y más terrible que el de Noé, 62
¡sin que haya un arca de acero que resista 63
ni un avión que regrese con la rama de olivo! 64
Vosotros, dominadores del cristal, he ahí vuestros vidrios 65
fundidos. 66
Vuestras casas de porcelana, vuestros trenes de mica, 67
vuestras lágrimas envueltas en celofán, vuestros corazones 68
de bakelita, 69
vuestros risibles y hediondos pies de hule, 70
todo se funde y corre al llamado de guerra de las cosas, 71
como se funde y se escapa con rencor el acero que ha 72
sostenido una estatua. 73
Los marineros están un poco excitados. Algo les turba 74
su viaje. 75
Se asoman a la borda y escudriñan el agua, 76
se asoman a la torre y escudriñan el aire. 77
Pero no hay nada. 78
No hay peces, ni olas, ni estrellas, ni pájaros. 79
Señor capitán, ¿a dónde vamos? 80
Lo sabremos más tarde. 81
Cuando hayamos llegado. 82
Los marineros quieren lanzar el ancla, 83
los marineros quieren saber qué pasa. 84
Pero no es nada. Están un poco excitados. 85
El agua del mar tiene un sabor más amargo, 86
el viento del mar es demasiado pesado. 87
Y no camina el barco. Se quedó quieto en medio del viaje. 88
Los marineros se preguntan ¿qué pasa? con las manos, 89
han perdido el habla. 90
No ha pasado nada. Están un poco excitados. 91
Nunca volverá a pasar nada. Nunca lanzarán el ancla. 92
No había que buscarla en las cartas del naipe ni en los juegos 93
de la cábala. 94
En todas las cartas estaba, hasta en las de amor y en las 95
de navegar. 96
Todas los signos llevaban su signo. 97
Izaba su bandera sin color, fantasmas de bandera para ser 98
pintada con colores de sangre de fantasma, 99
bandera que cuando flotaba al viento parecía que flotaba el 100
viento. 101
Iba y venía, iba en el venir, venía en el yendo, como que si 102
fuera viniendo. 103
Subía, y luego bajaba hasta en medio de la multitud y 104
besaba a cada hombre. 105
Acariciaba cada cosa con sus dedos suaves de sobadora 106
de marfil. 107
Cuando pasaba un tranvía, ella pasaba en el tranvía; 108
cuando pasaba una locomotora, ella iba sentada en la trompa. 109
Pasaba ante el vidrio de todas las vitrinas, 110
Sobre el río de todos los puentes, 111
por el cielo de todas las ventanas. 112
Era la misma vida que flota ciega en las calles como una 113
niebla borracha. 114
Estaba de pie junto a todas las paredes como un ejército de 115
mendigos, 116
era un diluvio en el aire. 117
Era tenaz, y también dulce, como el tiempo. 118
Con la opaca voz de un destrozado amor sin remedio, 119
con el hueco de un corazón fugitivo, 120
con la sombra del cuerpo 121
con la sombra del alma, apenas sombra de vidrio, 122
con el espacio vacío de una mano sin dueño, 123
con los labios heridos 124
con los párpados sin sueño, 125
con el pedazo de pecho donde está sembrado el musgo del 126
resentimiento 127
y el narciso, 128
con el hombro izquierdo 129
con el hombro que carga las flores y el vino, 130
con las uñas que aún están adentro 131
y no han salido, 132
con el porvenir sin premio con el pasado sin castigo, 133
con el aliento, 134
con el silbido, 135
con el último bocado de tiempo, con el último sorbo de 136
líquido 137
con el último verso del último libro. 138
Y con lo que será ajeno. Y con lo que fue mío. 139
Somos la orquídea de acero, 140
florecimos en la trinchera como el moho sobre el filo de la 141
espada, 142
somos una vegetación de sangre, 143
somos flores de carne que chorrean sangre, 144
somos la muerte recién podada 145
que florecerá muertes y más muertes hasta hacer un 146
inmenso jardín de muertes. 147
Como la enredadera púrpura de filosa raíz, 148
que corta el corazón y se siembra en la fangosa sangre 149
y sube y baja según su peligrosa marea. 150
Así hemos inundado el pecho de los vivos, 151
somos la selva que avanza. 152
Somos la tierra presente. Vegetal y podrida. 153
Pantano corrompido que burbujea mariposas y arco—iris. 154
Donde tu cáscara se levanta están nuestros huesos llorosos, 155
nuestro dolor brillante en carne viva, 156
oh santa y hedionda tierra nuestra, 157
humus humanos. 158
Desde mi gris sube mi ávida mirada, 159
mi ojo viejo y tardo, ya encanecido, 160
desde el fondo de un vértigo lamoso 161
sin negro y sin color completamente ciego. 162
Asciendo como topo hacia el aire 163
que huele mi vista, 164
el ojo de mi olfato, y el murciélago 165
todo hecho de sonido. 166
Aqui la piedra es piedra, pero ni el tacto sordo 167
puede imaginar si vamos o venimos, 168
pero venimos, sí, desde mi fondo espeso, 169
pero vamos, ya lo sentimos, en los dedos podridos 170
y en esta cruel mudez que quiere cantar. 171
Como un súbito amanecer que la sangre dibuja 172
irrumpe el violento deseo de sufrir, 173
y luego el llanto fluyendo como la uña de la carne 174
y el rabioso corazón ladrando en la puerta. 175
Y en la puerta un cubo que se palpa 176
y un camino verde bajo los pies hasta el pozo, 177
hasta más hondo aún, hasta el agua, 178
y en el agua una palabra samaritana 179
hasta más hondo aún, hasta el beso, 180
Del mar opaco que me empuja 181
llevo en mi sangre el hueco de su ola, 182
el hueco de su huida, 183
un precipicio de sal aposentada. 184
Si algo traigo para decir, dispensadme, 185
em el bello camino lo he olvidado. 186
Por un descuido me comí la espuma, 187
perdonadme, que vengo enamorado. 188
Detrás de ti quedan ahora cosas despreocupadas, dulces. 189
Pájaros muertos, árboles sin riego. 190
Una hiedra marchita. Un olor de recuerdo. 191
No hay nada exacto, no hay nada malo ni bueno, 192
y parece que la vida se ha marchado hacia el país del trueno. 193
Tú, que vista en un jarrón de flores el golpe de esta fuerza, 194
tú, la invitada al viento en fiesta. 195
tu, la dueña de una cotorra y un coche de ágiles ruedas, sobre 196
la verja 197
tú que miraste a un caballo del tiovivo 198
y quedar sobre la grama como esperando que lo montasen 199
los niños de la escuela, 200
asiste ahora, con ojos pálidos, a esta naturaleza muerta. 201
Los frutos no maduran en este aire dormido 202
sino lentamente, de tal suerte que parecen marchitos, 203
y hasta los insectos se equivocan en esta primavera 204
sonámbula, sin sentido. 205
La naturaleza tiene ausente a su marido. 206
No tienen ni fuerzas suficientes para morir las semillas del 207
cultivo 208
y su muerte se oye como el hilito de sangre que sale de 209
la boca del hombre herido. 210
Rosas solteronas, flores que parecen usadas en la fiesta del olvido, 211
débil olor de tumbas, de hierbas que mueren sobre mármoles 212
inscritos. 213
Ni un solo grito. Ni siquiera la voz de un pájaro o de un niño 214
o el ruido de un bravo asesino con su cuchillo. 215
¡Qué dieras hoy por tener manchado de sangre el vestido! 216
¡Qué dieras por encontrar habitado algún nido! 217
¡Qué dieras porque sembraran en tu carne un hijo! 218
Por fin, Señor de los Ejércitos, he aquí el dolor supremo. 219
He aquí, sin lástimas, sin subterfugios, sin versos, 220
el dolor verdadero. 221
Por fin, Señor, he aquí frente a nosotros el dolor parado 222
en seco. 223
No es un dolor por los heridos ni por los muertos, 224
ni por la sangre derramada ni por la tierra llena de lamentos 225
ni por las ciudades vacías de casas ni por los campos llenos de 226
huérfanos. 227
Es el dolor entero. 228
No pueden haber lágrimas ni duelo 229
ni palabras ni recuerdos, 230
pues nada cabe ya dentro del pecho. 231
Todos los ruidos del mundo forman un gran silencio. 232
Todos los hombres del mundo forman un solo espectro. 233
En medio de este dolor, ¡soldado!, queda tu puesto 234
vacío o lleno. 235
Las vidas de los que quedan están con huecos, 236
tienen vacíos completos, 237
como si se hubieran sacado bocados de carne de sus cuerpos. 238
Asómate a este boquete, a éste que tengo en el pecho, 239
para ver cielos e infiernos. 240
Mira mi cabeza hendida por millares de agujeros: 241
a través brilla un sol blanco, a través un astro negro. 242
Toca mi mano, esta mano que ayer sostuvo un acero: 243
¡puedes pasar en el aire, a través de ella, tus dedos! 244
He aquí la ausencia del hombre, fuga de carne, de miedo, 245
días, cosas, almas, fuego. 246
Todo se quedó en el tiempo. Todo se quemó allá lejos. 247