Anagke, Rubén Darío
Y dijo la paloma:1
-Yo soy feliz. Bajo el inmenso cielo,2
en el árbol en flor, junto a la poma3
llena de miel, junto al retoño suave4
y húmedo por las gotas de rocío,5
tengo mi hogar. Y vuelo6
con mis anhelos de ave,7
del amado árbol mío8
hasta el bosque lejano,9
cuando, al himno jocundo10
del despertar de Oriente,11
sale el alba desnuda, y muestra al mundo12
el pudor de la luz sobre su frente.13
Mi ala es blanca y sedosa;14
la luz la dora y baña,15
y céfiro la peina;16
son mis pies como pétalos de rosa.17
Yo soy la dulce reina18
que arrulla a su palomo en la montaña.19
En el fondo del bosque pintoresco20
está el alerce en que formé mi nido;21
y tengo allí, bajo el follaje fresco,22
un polluelo sin par, recién nacido.23
Soy la promesa alada,24
el juramento vivo;25
soy quien lleva el recuerdo de la amada26
para el enamorado pensativo;27
yo soy la mensajera28
de los tristes y ardientes soñadores,29
que va a revolotear diciendo amores30
junto a una perfumada cabellera.31
Soy el lirio del viento.32
Bajo el azul del hondo firmamento33
muestro de mi tesoro bello y rico34
las preseas y galas:35
el arrullo en el pico,36
la caricia en las alas.37
Yo despierto a los pájaros parleros38
y entonan sus melódicos cantares;39
me poso en los floridos limoneros40
y derramo una lluvia de azahares.41
Yo soy toda inocente, toda pura.42
Yo me esponjo en las alas del deseo,43
y me estremezco en la íntima ternura44
de un roce, de un rumor, de un aleteo.45
¡Oh inmenso azul! Yo te amo. Porque a Flora46
das la lluvia y el sol siempre encendido:47
porque siendo el palacio de la aurora,48
también eres el techo de mi nido.49
¡Oh, inmenso azul! Yo adoro50
tus celajes risueños,51
y esa niebla sutil de polvo de oro52
donde van los perfumes y los sueños.53
Amo los velos, tenues, vagorosos,54
de las flotantes brumas,55
donde tiendo a los aires cariñosos56
el sedeño abanico de mis plumas.57
¡Soy feliz! Porque es mía la floresta,58
donde el misterio de los nidos se halla;59
porque el alba es mi fiesta60
y el amor mi ejercicio y mi batalla.61
¡Feliz, porque de dulces ansias llena62
calentar mis polluelos es mi orgullo;63
porque en las selvas vírgenes resuena64
la música celeste de mi arrullo;65
porque no hay una rosa que no me ame,66
ni un pájaro gentil que no me escuche,67
ni garrido cantor que no me llame.68—¿Si?—dijo entonces un gavilán infame,69
y con furor se la metió en el buche.70-Entonces el buen Dios, allá en su trono71
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(mientras Satán, para distraer su encono72
aplaudía aquel pájaro zahareño),73
se puso a meditar. Arrugó el ceño,74
y pensó, al recordar sus vastos planes,75
y recorrer sus puntos y sus comas,76
que cuando creó palomas77
no debía haber creado gavilanes.78
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