Soneto VI (No dejes, pues, sin destilar tu savia…), Shakespeare
No dejes, pues, sin destilar tu savia,1
que la mano invernal tu estío borre:2
aroma un frasco y antes que se esfume3
enriquece un lugar con tu belleza.4
No ha de ser una usura prohibida5
la que alegra a quien paga de buen grado;6
y tú debes dar vida a otro tú mismo,7
feliz diez veces, si son diez por uno.8Más que ahora feliz fueras diez veces,9
si diez veces, diez hijos te copiaran:10
¿qué podría la muerte, si al partir11
en tu posteridad siguieras vivo?12No te obstines, que es mucha tu hermosura13
para darla a la muerte y los gusanos.14Original en inglésThen let not Winter's ragged hand deface1528
In thee thy summer, ere thou be distill'd:16
Make sweet some vial; treasure thou some place17
With beauty's treasure, ere it be self-kill'd.18
That use is not forbidden usury,19
Which happies those that pay the willing loan;20
That's for thyself to breed another thee,21
Or ten times happier, be it ten for one;22
Ten times thyself were happier than thou art,23
If ten of thine ten times refigur'd thee:24
Then what could Death do, if thou shouldst depart,25
Leaving thee living in posterity?26
Be not self-will'd, for thou art much too fair,27
To be Death's conquest and make worms thine heir.
Análisis
Shakespeare insiste en recomendar a Lord Southampton los rectos caminos de la virtud humana, alejándole con poesía de la escena de sus futuras desdichas. Una veintena de poemas componen este primer grupo de sonetos que parecen ahondar en la misma temática, si bien aquí el poeta no se decanta deliberadamente por hacer prevalecer la rectitud del ímpetu humano, sino que trata de reproducir (siempre en calidad de mentor y consejero de cámara del extraviado lord) imágenes e imágenes, todas inflexivas, severas, en ocasiones muy duras y a veces imprudentes.
Tal vez el fin de este Shakespeare, armado con todo el arsenal de su ingenio, es proteger al amigo de tentaciones cegadoras. De este modo el poeta se olvida de sí mismo, de sus ensoñaciones, de su pasado, de su gloria o su porvenir, para volcarse en la ventura de ese ser al que quiere con predilección. Será en aras de ese cariño inmenso (algunos estudiosos ven en ello cierto rasgo de remordimiento) que incluso llegará a comprometer su fortuna.
En este caso, Shakespeare recurre a las estaciones del año como metáfora personificada de la oscuridad que impide realizar, que obstaculiza conseguir los objetivos. En los sonetos siguientes se ve cómo el poeta insiste a Southampton en que se encamine a la descendencia. Dicho de otro modo: le insta a tener un hijo donde ver reflejadas las virtudes de que está hablando.
Puede verse claramente en la segunda estrofa: “que en ti será engendrar otra criatura / y si son diez, feliz diez veces te hagan”. La pertinaz insistencia del poeta de Stratford en que sólo la heredad puede regalar la paz y la serenidad, se hace clarividente cuando termina con los últimos dos versos: “No te obstines, pues grande es tu beldad / para darle a la muerte esa heredad”. La “heredad” no es más que una repetición machacona de la muerte, presencia de la que intenta hacer consciente al amigo que tanto quiere.
Por otro lado, en las traducciones se pierde la sonoridad del original, y con ella las aliteraciones tan constantes en Shakespeare, sobre todo en la tercera estrofa. En cuanto al soneto en sí, a nuestro juicio se ve mermado de ingenio dado que forma parte de un conjunto más amplio de composiciones, lo que hace que, individualizados, merme su sentido, pero sin desmerecer el tono del poeta. Dicho esto, veremos cómo el tono sonetístico de Shakespeare irá creciendo poco a poco hasta conquistar forma y contenido.
Sánchez, Mario. Oct., 2013. Soneto VI (No dejes, pues, sin destilar tu savia…), de Shakespeare. Poemario. Acceso en https://poemario.com/soneto-vi/
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