Soneto III, Garcilaso de la Vega

Tal vez sea este soneto uno de los que más injustamente desapercibidos han pasado a lo largo de los estudios de la poesía garcilasista. La altura poética de estos versos empieza a apuntar al nivel de la poesía petrarquista con letras mayúsculas. Comienza rotundo con un fino y profundo endecasílabo: “La mar en medio … tierras he dejado”. El tono pesimista que, lejos de ser un hábito poético, se convierte en un recurso literario y consigue de ese modo la homogeneización de todo el poema. El contenido narra de nuevo el horror de la guerra, pero también nos transmite que el poeta ha viajado por lo largo y ancho del mundo.

Esa travesía le obliga a alejarse de lo que conoce y se adentra en algo insólito: la desconfianza del conocimiento: “Ya de volver estoy desconfiado”. En este cuarteto Garcilaso reflexiona sobre los dones que le ha dado la vida y acaba finalmente deseando, no sin estupefacción, la muerte ante tanto sufrimiento vivido.

La oscilación entre el dolor y la melancolía es una constante en toda su obra, si bien más adelante se depurará hasta niveles altísimos. Piensa que el sosiego no debe llegar sino con la ausencia de vida, pero es entonces cuando recurre a su única salvación: de nuevo la amada.

Ella es el primer y último receptáculo de las emociones del poeta, el contenedor de su razón de ser, pues sólo con verla se apacigua el dolor. También recurre al infinitivo en tercera persona como seña de identidad propia (extraída, eso sí, de formas del cancionero castellano).

Luego se lamenta porque de algún modo es consciente de que no volverá a verla, así que, para curarse, no halla ya ningún otro remedio que la desaparición, porque la vida en ausencia de su amada le resulta inconcebible. No olvidemos que su amigo Juan Boscán tradujo El cortesano de Castiglione trayendo consigo la introducción de las formas estilísticas italianas y de las que sin duda Garcilaso aprendió.


Nota de Mario Sánchez.
×

Poema original: Soneto III

La mar en medio y tierras he dejado 1
de cuanto bien, cuitado, yo tenía; 2
y yéndome alejando cada día, 3
gentes, costumbres, lenguas he pasado. 4

Ya de volver estoy desconfiado; 5
pienso remedios en mi fantasía; 6
y el que más cierto espero es aquel día 7
que acabará la vida y el cuidado. 8

De cualquier mal pudiera socorrerme 9
con veros yo, señora, o esperallo, 10
si esperallo pudiera sin perdello; 11

mas no de veros ya para valerme, 12
si no es morir, ningún remedio hallo, 13
y si éste lo es, tampoco podré habello. 14

15

Comentarios

Publique su comentario sincero

Gracias por decidir aportar un comentario. Sepa que todos los mensajes son moderados, y su email NO aparecerá publicado ni se compartirá de forma alguna.

Últimos comentarios

  • Luis Angel: Mi filosofía es otra, porque habria de existir otra vida despues de la muerte, ... | Pensamiento
  • Mayra alejandra y frank: Muy bueno el poema y muy lindo me encanto... | Capricho
  • César escobar: Gracias Serrat, por tu cantar bello conocí este poema, nanas de la cebolla, en ... | Nanas de la Cebolla

  • Desde 2013, Poemario es una referencia de la poesía, analizando el trabajo y la influencia cultural de los mayores autores de la historia, constituído por:

  • David Rubio
    Profesor y consultor literario
  • Paulo Altamirano
    Escritor y traductor literario
  • Rocío Calvo Fernández
    Profesora de Literatura Española
  • Mario Sanchez
    Crítico de arte, teatro y literatura
  • Victoria Jorrat
    Escritora
  • Privacidad - Contáctenos