El Río de las Siete Estrellas, Andrés Eloy Blanco

“El río de las siete estrellas”, también conocido como “Canto al Orinoco” es uno de los poemas emblemáticos de Andrés Eloy Blanco. El escritor venezolano crea una parábola de aires mitológicos que simboliza la historia reciente de su país. Son las siete estrellas que aparecían en la bandera de Venezuela. Eran las siete provincias que suscribieron el Acta de Independencia en 1811. Recientemente se ha incluido otra estrella en la bandera que simboliza la región de Guayana.

Blanco viaja en el tiempo en su poema para seducir a una princesa, hija de un gobernante. ¿En qué época estamos? La historia está tratada como un mito, y los mitos están fuera del tiempo. En la primera estrofa se nos pone en situación. El yo lírico deambula con la princesa por las tierras verdes de una Venezuela más allá del tiempo. El encuentro entre estos dos enamorados, no obstante, es una excusa para trazar una parábola sobre la historia reciente del país sudamericano combinado con una visión ontológica sobre los orígenes y el destino del ser humano.

En la segunda y extensa estrofa, llena de sensualidad, los dos enamorados se funden con el entorno. El río Orinoco hace acto de presencia, su memoria recorre el río, desde su nacimiento a su desembocadura. Y mientras la princesa le cuenta leyendas de su país, el amante se dispone, por fin, a cantar la “Parábola del volcán y las siete estrellas”.

Cada estrella, para Andrés Eloy Blanco, simboliza un concepto y, a su vez, un momento de la historia venezolana. Este doble juego histórico y filosófico es la esencia del célebre poema del escritor venezolano. Así, la primera estrella sería por un lado el dolor, o la derrota de la raza, y por otro, el descubrimiento, la llegada de los españoles a las tierras americanas. Más adelante llega la piedad o el Evangelio, la libertad o la independencia, la ley, la muerte, la voluntad de vivir y el hombre.

El lector puede rastrear incluso determinados sucesos históricos de la historia contemporánea de Venezuela, como la batalla de Carabobo, fundamental en la independencia de la Gran Colombia que en las primeras fases de este proceso aglutinó a Venezuela.

Sin embargo, tras este suceso, el poeta se refiere a la llegada de la tiniebla, a un siglo XIX marcado por las guerras intestinas por el poder tras la independencia. Finalmente, Blanco tiene palabras de esperanza, ante un futuro diferente. El poeta nos lleva a su presente, con los cambios en el gobierno de Venezuela que prometían el final de los gobiernos dictatoriales.

Como hemos visto, “El río de las siete estrellas” es una pieza de gran calado para la cultura y la historia venezolana, un poema sensual, histórico y filosófico.


Nota de David Rubio.
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Poema original: El Río de las Siete Estrellas

Una Pumé, la Hija de un Cacique Yaruro, 1
fue conmigo una noche, por las tierras 2
verdes, que hacen un río de verdura 3
entre el azul del Arauca y el azul del Meta. 4
Entre los gamelotes 5
nos echamos al suelo, coronados de yerbas 6
y allí, en mis brazos, casi se me murió de amores 7
cuando le dije la Parábola 8
del volcán y las siete estrellas. 9

Quiero recordar un poco 10
aquella hora inmortal entre mis horas buenas: 11
Sobre la sabana los cocuyos 12
eran más que en el cielo las estrellas, 13
no había luna, pero estaba claro todo, 14
no sé si eras mi alma que alumbraba a la noche 15
o la noche que la alumbraba a ella; 16
estábamos ceñidos y hablábamos y el beso 17
y la palabra estaban empapados de promesas 18
y un soplo de mastranto ponía en las narices 19
ese amor primitivo del caballo y la yegua. 20
Ella me contaba historias 21
de su nación, leyenda 22
que se pierden entre los siglos 23
como raíces en la tierra, 24
pero de pronto me cayó en los brazos 25
y estaba urgente y mía, coronada de yerbas, 26
cuando le dije la Parábola 27
del volcán y las siete estrellas. 28
Fue en el momento en que evocamos 29
al Orinoco de las Fuentes, al Orinoco de las Selvas, 30
al Orinoco de los saltos, 31
al de la erizada cabellera 32
que en la Fuente se alisa sus cabellos 33
y en Maipures se despeina; 34
y luego hablamos del Orinoco ancho, 35
el de Caicara que abanica la tierra, 36
y el del Torno y el Infierno 37
que al agua dulce junta un mal humor de piedras, 38
y ella quedó colgada de mis labios, 39
como Palabra de carne que hiciera vivo el Poema, 40
porque le dije, amigos, mi Parábola, 41
la Parábola del Orinoco, 42
la Parábola del Volcán y las Siete Estrellas. 43

Y fue así: La Parima era un volcán, 44
pero era al mismo tiempo un refugio de estrellas. 45
Por las mañanas, los luceros del cielo 46
se metían por su cráter, 47
y dormían todo el día en el centro de la Tierra. 48
Por las tardes, al llegar la noche, 49
el volcán vomitaba su brasero de estrellas 50
y quedaban prendidos en el cielo los astros 51
para llover de nuevo cuando el alba viniera. 52

Y un día llegó el primer llanto del Indio; 53
en la mañana del descubrimiento, 54
saltando de la proa de la carabela, 55
y del cielo de la raza en derrota 56
cayó al volcán la primera estrella; 57
otro día llegó la piedad del Evangelio 58
y del costado de Jesucristo, evaporada la tristeza, 59
cristalina de martirio e impetuosa de Conquista, 60
cayó la segunda estrella. 61

Después, recién nacida la Libertad, 62
en su primera hora de caminar por América, 63
desde los ojos de la República 64
cayó al volcán la lágrima de la tercera estrella. 65
Más tarde, en el Ocaso del primer balbuceo, 66
en el día rojo de La Puerta, 67
nevado del hielo mismo de la Muerte 68
cayó el diamante de la cuarta estrella; 69

Y en la mañana de la Ley, 70
cuando la antorcha de Angostura chisporroteó sobre la guerra, 71
despabilada de las luces mortales, 72
sobre el volcán cayó la quinta estrella. 73

Y en la noche del Delirio, 74
desprendida de Casacoima, Profetisa de la Tiniebla, 75
salida de la voluntad inmanente de Vivir, 76
estrella de los Magos, cayó la sexta estrella. 77

Y un día, en el día de los días, en Carabobo, 78
bajo el Sol de los soles, voló de la propia cabeza 79
del Hombre de cabeza estrellada como los cielos 80
y en el volcán de la Parima cayó la última estrella. 81

Pero ese mismo día 82
sobre la boca del volcán puso su mano la Tiniebla 83
y el cráter enmudeció para siempre 84
y las estrellas se quedaron en las entrañas de la Tierra. 85

Y allí fue una pugna de luz, 86
una lucha de mundos, un universo en guerra; 87
y en los costados de su tumba, 88
horadaban poco a poco su cauce las siete estrellas; 89
que si no iban hacia el cielo 90
se desbastaban con sus picos la trayectoria de las piedras. 91
Hasta que llegó una noche 92
en que rotos los músculos del gran pecho de tierra, 93
saltó de sus abismos, cayó en una cascada, 94
se abrió paso en la erizada floresta, 95
siguió el surco de las bajantes vírgenes, 96
torció hacia el Norte, solemnizado de selvas, 97
bramó en la convulsión de los saltos, 98
y se explayó por fin, de aguas serenas, 99
con la nariz tentada de una sed de llanuras, 100
hacia el Oriente de los sueños 101
el Orinoco de las Siete Estrellas. 102

103

Comentarios

  • David Pérez Hernández Jun., 2022

    Bello y excelso poema de AEB,he escrito uno con el mismo nombre para hacer pareja con el de el. ABZ DPH

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