Nocturno, José Asunción Silva
Oh dulce niña pálida, que como un montón de oro1
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de tu inocencia cándida conservas el tesoro;2
a quien los más audaces, en locos devaneos3
jamás se han acercado con carnales deseos;4
tú, que adivinar dejas inocencias extrañas5
en tus ojos velados por sedosas pestañas,6
y en cuyos dulces labios —abiertos sólo al rezo—7
jamás se habrá posado ni la sombra de un beso...8
Dime quedo, en secreto, al oído, muy paso,9
con esa voz que tiene suavidades de raso:10
si entrevieras en sueños a aquél con quien tú sueñas11
tras las horas de baile rápidas y risueñas,12
y sintieras sus labios anidarse en tu boca13
y recorrer tu cuerpo, y en su lascivia loca14
besar todos sus pliegues de tibio aroma llenos15
y las rígidas puntas rosadas de tus senos;16
si en los locos, ardientes y profundos abrazos17
agonizar soñaras de placer en sus brazos,18
por aquel de quien eres todas las alegrías,19
¡oh dulce niña pálida!, di, ¿te resistirías?...20
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