Pequeña América, Pablo Neruda

Una de las facetas más destacables de la poesía de Neruda es su sensualidad. Pocos poetas del siglo XX han escrito versos de amor sensual tan imperecederos. Podríamos citar muchos ejemplos, pero podemos quedarnos con la pieza que nos ocupa hoy: “Pequeña América”, de los famosos Versos del capitán publicados anónimamente en 1952. Recordemos que este libro fue escrito en su mayoría en la isla de Capri en Italia, época de exilio y amor, ya que Neruda estuvo este tiempo con Matilde Urrutia, mientras aun seguía casado con Delia del Carril, su segunda esposa.

Años más tarde, los Versos del capitán dejaron de ser anónimos, y la relación con Urrutia salió a la luz. No es difícil interpretar, por tanto, “Pequeña América” como una pieza dedicada a su amante, a su cuerpo, a su amor, pero también a su tierra. Esta es la esencia del poema, su doble significación. “Pequeña América” es amor y deseo por una mujer, y amor y deseo (deseo de volver) a una tierra dejada atrás.

La vinculación espiritual de Neruda con América, más concretamente con Latinoamérica, es un hecho que se hace palpable en decenas de poemas escritos a lo largo de su trayectoria. Una vez que el poeta chileno se convierte en una figura referente de la cultura latinoamericana, adoptó una posición de defensa de los valores, la historia y sus gentes. Fue un líder. Al inicio de esta pieza, Neruda observa un mapa de América. Está a miles de kilómetros de allí, y echa muchas cosas de menos, pero se ha llevado un trocito de América en la maleta. Su amante representa esa tierra dejada atrás.

La estructura del poema es clara: una comparación de América, con su rica geografía, y el cuerpo de su amada. Neruda va deteniéndose en las diferentes partes de la anatomía femenina, haciendo especial énfasis en las zonas más sensuales. Pero Neruda no se queda solo en esto. En la última parte del poema, el yo lírico entra en contacto físico con la amada. Se nos describe el acto sexual como una entrega, una fusión entre dos cuerpos en la que Neruda prueba los dulces sabores de su tierra.

El escritor chileno apela a la «nacionalidad del cariño». Con estas certeras palabras, Neruda se refiere a esa combinación de amor por una mujer y por una tierra. De hecho, si recorremos con lentitud del poema, tal y como lo hace Neruda con el cuerpo de su amada, nosotros también podemos saborear el azúcar de Cuba, la sal del Pacífico, la humedad del Amazonas.

En los últimos brillantes tres versos, el poeta describe a su amante como su eslabón con la tierra perdida… Los besos que le da a su amada son la antesala de otro beso, el que dará a la tierra cuando vuelva.


Nota de David Rubio.
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Poema original: Pequeña América

CUANDO miro la forma 1
de América en el mapa, 2
amor, a ti te veo: 3
las alturas del cobre en tu cabeza, 4
tus pechos, trigo y nieve, 5
tu cintura delgada, 6
veloces ríos que palpitan, dulces 7
colinas y praderas 8
y en el frío del sur tus pies terminan 9
su geografía de oro duplicado. 10

Amor, cuando te toco 11
no sólo han recorrido 12
mis manos tu delicia, 13
sino ramas y tierra, frutas y agua, 14
la primavera que amo, 15
la luna del desierto, el pecho 16
de la paloma salvaje, 17
la suavidad de las piedras gastadas 18
por las aguas del mar o de los ríos 19
y la espesura roja 20
del matorral en donde 21
la sed y el hambre acechan. 22
Y así mi patria extensa me recibe, 23
pequeña América, en tu cuerpo. 24

Aún más, cuando te veo recostada 25
veo en tu piel, en tu color de avena, 26
la nacionalidad de mi cariño. 27
Porque desde tus hombros 28
el cortador de caña 29
de Cuba abrasadora 30
me mira, lleno de sudor oscuro, 31
y desde tu garganta 32
pescadores que tiemblan 33
en las húmedas casas de la orilla 34
me cantan su secreto. 35
Y así a lo largo de tu cuerpo, 36
pequeña América adorada, 37
las tierras y los pueblos 38
interrumpen mis besos 39
y tu belleza entonces 40
no sólo enciende el fuego 41
que arde sin consumirse entre nosotros, 42
sino que con tu amor me está llamando 43
y a través de tu vida 44
me está dando la vida que me falta 45
y al sabor de tu amor se agrega el barro, 46
el beso de la tierra que me aguarda. 47

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