La casa, Olga Orozco
Temible y aguardada como la muerte misma1
se levanta la casa.2
No será necesario que llamemos con todas nuestras lágrimas.3
Nada. Ni el sueño, ni siquiera la lámpara.4Porque día tras día5
aquellos que vivieron en nosotros un llanto contenido hasta palidecer6
han partido,7
y su leve ademán ha despertado una edad sepultada,8
todo el amor de las antiguas cosas a las que acaso dimos, sin saberlo,9
la duración exacta de la vida.10Ellos nos llaman hoy desde su amante sombra,11
reclinados en las altas ventanas12
como en un despertar que sólo aguarda la señal convenida13
para restituir cada mirada a su propio destino;14
y a través de las ramas soñolientas el primer huésped de la memoria15
(nos saluda:16
el pájaro del amanecer que entreabre con su canto las17
(lentísimas puertas18
como a un arco del aire por el que penetramos a un clima diferente.19Ven. Vamos a recobrar ese paciente imperio de la dicha20
lo mismo que aun disperso jardín que el viento recupera.21Contemplemos aún los claros aposentos,22
las pálidas guirnaldas que mecieron una noche estival,23
las aéreas cortinas girando todavía en el halo de la luz como24
(las mariposas de la lejanía,25
nuestra imagen fugaz26
detenida por siempre en los espejos de implacable destierro,27
las flores que murieron por sí solas para rememorar el fulgor28
(inmortal de la melancolía,29
y también las estatuas que despertó, sin duda a nuestro paso,30
ese rumor tan dulce de la hierba;31
y perfumes, colores y sonidos en que reconocemos un instante del mundo;32
y allá, tan sólo el viento sedoso y envolvente33
de un día sin vivir que abandonamos, dormidos sobre el aire.34Nadie pudo ver nunca la incesante morada35
donde todo repite nuestros nombre más allá de la tierra.36
mas nosotros sabemos que ella existe, como nosotros mismos,37
por el sólo deseo de volver a vivir, entre el afán del polvo y la tristeza,38
aquello que quisimos.39
Nosotros lo sabemos porque a través del resplandor nocturno40
el porvenir se alzó como una nube del último recinto,41
el oculto, el vedado,42
con nuestra sombra eterna entre la sombra.43Acaso lo sabían ya nuestros corazones.44
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Firme con su comentario