Está en la sala familiar, sombría,1
y entre nosotros, el querido hermano2
que en el sueño infantil de un claro día3
vimos partir hacia un país lejano.4

Hoy tiene ya las sienes plateadas,5
un gris mechón sobre la angosta frente,6
y la fría inquietud de sus miradas7
revela un alma casi toda ausente.8

Deshójanse las copas otoñales9
del parque mustio y viejo.10
La tarde, tras los húmedos cristales,11
se pinta, y en el fondo del espejo.12

El rostro del hermano se ilumina13
suavemente. ¿Floridos desengaños14
dorados por la tarde que declina?15
¿Ansias de vida nueva en nuevos años?16

¿Lamentará la juventud perdida?17
Lejos quedó —la pobre loba— muerta.18
¿La blanca juventud nunca vivida19
teme, que ha de cantar ante su puerta?20

¿Sonríe el sol de oro21
de la tierra de un sueño no encontrada;22
y ve su nave hender el mar sonoro,23
de viento y luz la blanca vela hinchada?24

Él ha visto las hojas otoñales,25
amarillas, rodar, las olorosas26
ramas del eucalipto, los rosales27
que enseñan otra vez sus blancas rosas28

Y este dolor que añora o desconfía29
el temblor de una lágrima reprime,30
y un resto de viril hipocresía31
en el semblante pálido se imprime.32

Serio retrato en la pared clarea33
todavía. Nosotros divagamos.34
En la tristeza del hogar golpea35
el tictac del reloj. Todos callamos.36

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