Verano, ya me voy. Y me dan pena1
las manitas sumisas de tus tardes.2
Llegas devotamente; llegas viejo;3
y ya no encontrarás en mi alma a nadie.4

Verano! Y pasarás por mis balcones5
con gran rosario de amatistas y oros,6
como un obispo triste que llegara7
de lejos a buscar y bendecir8
los rotos aros de unos muertos novios.9

Verano, ya me voy. Allá, en setiembre10
tengo una rosa que te encargo mucho;11
la regarás de agua bendita todos12
los días de pecado y de sepulcro.13

Si a fuerza de llorar el mausoleo,14
con luz de fe su mármol aletea,15
levanta en alto tu responso, y pide16
a Dios que siga para siempre muerta.17
Todo ha de ser ya tarde;18
y tú no encontrarás en mi alma a nadie.19

Ya no llores, Verano! En aquel surco20
muere una rosa que renace mucho...21

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