Los heraldos negros, César Vallejo

El poeta nos habla de la vida y como esta nos castiga duramente la fe si se quiebra ante unos ojos inmisericordes, que ven cómo sufre el ser humano y no hace nada. Esos momentos son duros y derrotan al más fuerte. Ante la muerte nada se puede hacer porque lo arrasa todo. El dolor nos hace dudar de nuestra fe y de cómo debemos compartir el pan, esa fe, con los demás.

El poema nos habla también del miedo a lo desconocido, a la muerte, a que el pasado nos alcance y nos supere, nos haga sentirnos nada y nos haga desaparecer. Es un sentimiento que siempre está presente y no desaparece. Por eso, el poema termina de una manera circular, recordándonos que la pérdida de la fe es una constante cada vez más presente en la sociedad actual.0

El hecho de la visión negativa del poema puede ser algo muy particular por algo que le haya sucedido. Cuando leemos este poema tenemos la sensación de que el poeta no solamente ha perdido su fe, sino que duda de que Dios, ese ser justo y amoroso, realmente ame al ser humano. Ante el sufrimiento, el dolor y todo lo negativo que sucede a diario en el mundo, su decisión es la de estar al margen. Es por ello que, es el libre albedrío del que nos dotó, en realidad parece más un castigo que un regalo.

Vemos como el hombre se siente perdido, solo ante la sensación de que la fe, esa creencia en lo divino se vuelva demasiado terrenal y cada vez está más lejos de su ser. Cree menos en quienes lo rodean, en la bondad de la gente y todo se vuelve negativo, oscuridad y pensamos que el mundo que nos rodea no es algo hermoso sino todo lo contrario.

Es posible que tenga que ver, como parece que expresa en la primera estrofa del poema, con algún hecho que haya sido de especial trascendencia en la vida del poeta, del protagonista del poema, que haya hecho que la pérdida de la fe sea una consecuencia del mismo. Por eso podemos entender esa visión tan negativa que podemos extraer de la lectura de los versos.


Nota de Susana Marín.
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Poema original: Los heraldos negros

Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé! 1
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos, 2
la resaca de todo lo sufrido 3
se empozara en el alma... ¡Yo no sé! 4

Son pocos; pero son... Abren zanjas oscuras 5
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte. 6
Serán tal vez los potros de bárbaros Atilas; 7
o los heraldos negros que nos manda la Muerte. 8

Son las caídas hondas de los Cristos del alma 9
de alguna fe adorable que el Destino blasfema. 10
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones 11
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema. 12

Y el hombre... Pobre... ¡pobre! Vuelve los ojos, como 13
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada; 14
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido 15
se empoza, como charco de culpa, en la mirada. 16

Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé! 17

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