Nada tiene que ver el dolor con el dolor, Enrique Lihn
Nada tiene que ver el dolor con el dolor1
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nada tiene que ver la desesperación con la desesperación2
Las palabras que usamos para designar esas cosas están viciadas3
No hay nombres en la zona muda4
Allí, según una imagen de uso, viciada espera la muerte a sus nuevos amantes5
acicalada hasta la repugnancia, y los médicos6
son sus peluqueros, sus manicuros, sus usurarios usuarios7
la mezquinan, la dosifican, la domestican, la encarecen8
porque esa bestia tufosa es una tremenda devoradora9
Nada tiene que ver la muerte con esta imagen de la que me retracto10
todas nuestras maneras de referirnos a las cosas están viciadas11
y éste no es más que otro modo de viciarlas12
Quizá los médicos no sean más que sabios y la muerte —la niña13
de sus ojos— un querido problema14
la ciencia lo resuelve con soluciones parciales, esto es, difiere15
su nódulo insoluble sellando una pleura, para empezar16
Puede que sea yo de esos que pagan cualquier cosa por esa tramitación17
Me hundiré en el duelo de mí mismo, pero cuidando de mantener18
ciertas formas como ahora en esta consulta19
Quiero morir (de tal o cual manera) ese es ya un verbo descompuesto20
y absurdo, y qué va, diré algo, pero razonable21
mente, evidentemente fuera del lenguaje en esa22
zona muda donde unos nombres que no alcanzan a ser23
cuando ya uno, qué alivio, está muerto, olvidado ojalá previamente de sí mismo24
esa cosa muerta que existe en el lenguaje y que es25
su presupuesto26
Invoco en la consulta al Dios27
de la no mismidad, pero sabiendo que se trata28
de otra ficción más29
sobre la unión de Oriente y Occidente30
de acápites, comentarios y prólogos31
Un muerto al que le quedan algunos meses de vida tendría que aprender32
para dolerse, desesperarse y morir, un lenguaje limpio33
que sólo fuera accesible más allá de las matemáticas a especialistas34
de una ciencia imposible e igualmente válida35
un lenguaje como un cuerpo operado de todos sus órganos36
que viviera una fracción de segundo a la manera del resplandor37
y que hablara lo mismo de la felicidad que de la desgracia38
del dolor que del placer, con una sonriente39
desesperación, pero esto es ya decir40
una mera obviedad con el apoyo41
de una figura retórica42
mis palabras no pueden obviamente atravesar la barrera de ese lenguaje desconocido43
ante el cual soy como un babuino llamado por extraterrestres a interpretar44
el lenguaje humano45
Ay dios habría que hablar de la felicidad de morir en alguna inasible forma46
de eso que acompañó a la inocencia al orgasmo a todos y a cada uno47
de los momentos que improntaron la memoria48
con impresiones desaforadas49
Cuando en la primera polución50
—mucho más mística que la primera comunión— pensabas en Isabel51
ella no era una persona sino su imagen el resplandor orgástrico de esa creatura52
que si vivió lo hizo para otros diluyéndose para ti carnalmente en el tiempo de los demás53
sin dejar más que el rastro de su resplandor en tu memoria54
eso era la muerte y la muerte advino y devino55
el click de la máquina de memorizar esa repugnante devoradora56
acicalada en palabras como éstas tu poesía, en suma es la muerte57
el sueño de la letra donde toda incomodidad tiene su asiento58
la cárcel de tu ser que te privaba del otro nombre de amor escrito silenciosamente en el muro59
o figuras obscenas untadas de vómito60
tu vida que —otra palabra— se deslizó, sin haberse podido61
engrupir en lo existente detenerse en lo pasajero hundir el hocico62
feliz en el comedero, golpear por un asilo nocturno63
con el amor como con una piedra64
la muerte fue la que se disfrazó de mujer en el altillo65
de una casa de piedra y para ti de sombra y humo y nada66
porque ya no podías enamorar a su dueña, temblando67
del placer de perderla bajo una claraboya con telarañas68
tienes que reconstituir ese momento ahora que la dueña de la casa es la muerte69
y no la otra, esa nada ese humo esa sombra70
darte el placer de ser ella y de unirte a ella como los labios de Freud71
que se besan a sí mismos72
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